UN PASEITO METODOLÓGICO
La “moda” de aprender una segunda lengua
viene ya de largo y es, y ha sido siempre, el resultado de muy diversas
motivaciones.
En un primer momento, los contactos
iniciales entre individuos de distintas culturas, las relaciones comerciales o,
muy frecuentemente, las conquistas militares fueron elementos decisivos a la
hora de encaminar (motu proprio o a la
fuerza) a aquellos “primeros alumnos” por la tortuosa senda del multilingüismo.
Indudablemente, desde aquel “remoto entonces”
hasta hoy, el tema ha sufrido más de un altibajo por lo que el “aprender”
y, en consecuencia, el llegar a enseñar una lengua han ido dirigiéndose
hacia una sistematización cada vez mayor.
Enfoques metodológicos ha habido muchos
y han sido, reconozcámoslo, de lo más variopinto. Han surgido, a menudo, como
consecuencia indirecta de una determinada situación histórico/social o, en
ocasiones como reacción contraria al planteamiento didáctico que les predecía.
Como ponernos a hablar de todos (de aquellos
de los que me acuerdo digo… J) nos llevaría
un rato, me limitaré a, de una manera muy, muy simplista,
resumir algunos: un par que aun teniendo, en mi opinión, una validez
metodológica relativamente limitada, siguen vigentes incluso en nuestros
días (y son, en algún caso, la piedra filosofal de afamados métodos de
enseñanza) y algún otro que, por su peculiaridad, merece, según creo,
que le demos una vuelta:
-
Métodos de “gramática y
traducción”: muy populares hasta mediados del XIX y resultado directo de
la forma en la que se venía enseñando el
Latín (lengua más que muerta por aquel entonces). Se basaban prioritariamente en la estructura
y la forma escrita del lenguaje sin prestar apenas atención a su
componente comunicativo.
-
Con la mejora de los sistemas de
transporte y, por tanto, de las posibilidades de entrar en contacto con
hablantes “nativos de otras lenguas”, la parte hablada empezó a ganar
fuerza y llegaron los “métodos directos”. Todo lo que no fuera
utilizar la lengua objetivo (la que tocase aprender) era poco menos que
sacrilegio. Se primaba la oralidad y la práctica de diálogos basados en
situaciones cotidianas. Se oía, hablaba, leía y escribía en ese orden.
-
La Segunda Guerra Mundial llevó a
“las Américas” el “método Audio-Oral”, que muchos conocían como “del
ejército”. Los nuevos contenidos se presentaban oralmente y se adquirían a
través de la memorización y la repetición. La idea era imitar a los
nativos: se machacaba el acento, la pronunciación, el ritmo y la entonación repitiendo,
repitiendo y repitiendo y en caso de error…llegaba “el castigo” que consistía, ¡sorpresa!,
en más repeticiones. Se partía de la comprensión oral para pasar, como
comentaba, a la producción oral y sólo después se escribía.
-
Paralelamente, en torno a los
años 30 surgió en Gran Bretaña el conocido como “método situacional”. Se
trabajaba con situaciones cotidianas (la familia, las vacaciones, etc.)
analizando y memorizando el léxico y los posibles diálogos relacionados con
ella. Una vez que se aprendía el vocabulario y la gramática de forma oral se
pasaba a la escritura. (1)
Los 70-80 trajeron muchas cosas y, entre
ellas, un boom en la enseñanza de las lenguas con enfoques de los más originales.
Fue un momento de, digamos, “creatividad”, en el que surgieron corrientes como;
-
El “método silencioso”: el
profesor permanecía en silencio mostrando los alumnos esquemas, cuadros de
pronunciación y otras ayudas visuales para
presentar vocabulario y gramática de una manera gradual. Se usaban
complementariamente, libros, grabaciones y videos y se esperaba que la combinación
de todos estos factores provocara, en algún momento, algún tipo de reacción… ¿¿¿???.
-
“Respuesta física total”. El profesor daba
órdenes (empezando por las más fáciles) que habían de ser comprendidas y ejecutadas
por los alumnos. La teoría se basaba en que una lengua se aprende mejor después
de oírla y entenderla. El llegar a hablarla se consideraba un estadio posterior
y sucedía, simplemente, cuando el alumno mostraba interés en empezar a hacerlo.
-
“Método natural” que defendía/defiende,
ya no el aprendizaje, sino la adquisición. Se partía de la
premisa de que, si los niños adquieren la primera lengua escuchando y, tras
escuchar, empiezan a hablar y sólo después, a escribir, el mecanismo para
dominar una segunda lengua debería, por lógica, ser similar. Las explicaciones gramaticales
estaban prohibidas y se esperaba que el alumno, tras estar expuesto a ingentes
cantidades de input lingüístico, llegara a comunicarse con eficacia. (2)
-
Unos de mis favoritos, por su
originalidad es la “sugestopedia”: el profesor leía largos diálogos adaptándolos
al rimo de una música (generalmente barroca) que sonaba de fondo mientras los
alumnos le escuchan sentados lo más cómodamente posible. Se buscaba propiciar
un ambiente de relajación que favoreciera el aprendizaje. Además de escuchar
textos se dramatizaban diálogos y situaciones y se utilizan juegos de rol.
-
Como respuesta a enfoques
estructurales y para ir ya terminando, aparecieron, por fin, los “enfoques
comunicativos” asociados con un planteamiento funcional (¿para qué queremos
emplear el idioma?). Se prima lo oral y se utiliza el idioma como herramienta
de comunicación a través de la cual conseguimos cosas. Es, a día de hoy, el
enfoque más en boga y, por experiencia, el planteamiento más demandado por el
estudiante tipo que busca defenderse en la lengua objetivo.
En definitiva y tras este largo periplo
metodológico, conclusiones:
Casi todos los métodos tienen, aunque
sea poquito, algo de bueno que aprovechar. No hay planteamientos
mágicos, ni únicos ni infalibles. Esos son fruto de la "iluminación". La
habilidad del formador estriba en saber utilizar lo aprovechable de cada método aplicándolo en el momento oportuno y, por supuesto, en ser flexible y en adaptar las sesiones empleando el enfoque metodológico que mejor se adapte de la tipología y expectativas del alumno.
Personalmente me declaro primordialmente
comunicativo J, defiendo la conveniencia
del uso de la lengua objetivo en las clases (aunque no rechazo ni “castigo”
que el profe recurra, en situaciones muy puntuales y pensando en evitar la
frustración, a la lengua del alumno) y considero vital (aunque eso ya es
cuestión de otro post J ) la corrección
de errores. Pienso que la cantidad y, por supuesto, la calidad
del input juegan un papel muy importante a la hora de aprender un segundo
idioma y considero que los role plays, entre otras muchas herramientas
didácticas, tienen su validez y son un recurso muy útil siempre y cuando no se
abuse de ellos.
Soy, sin embargo, bastante “enemigo”
de drills, repeticiones sin fin y memorizaciones de
"patrones varios" porque, aunque puedan dar algún resultado, derivan en un aprendizaje totalmente
artificial y no pueden ser la base de un método que, a la larga, de unos
resultados fiables.
En cualquier caso y como digo siempre,
por muy bueno que sea un método, terminará resultando inútil si quien lo imparte ni lo domina ni sabe cómo aplicarlo con garantías de éxito.
(1)
Si bien tanto el del ejército como el situacional se basaban,
teóricamente, en la práctica oral, bien es verdad que, si lo analizamos, la
repetición de una determinada estructura o la memorización de no sé qué
diálogo, no tiene, ni de lejos, que ver con la verdadera interacción. Se espera (un tanto utópicamente en mi
opinión) que, a base de hacer drills,
repetir y repetir y adquiriendo patrones en un orden determinado, el
alumno, en algún momento, será capaz de empezar a hablar de
forma….”espontanea”.
(2)
aunque se trata éste de un método que, particularmente, me resulta muy
atractivo, la cantidad de input al que estamos expuestos cuando aprendemos
nuestra primera lengua/lengua materna no tiene nada que ver con el que, por
muchísimo que sea, recibe alguien estudiando una segunda lengua y por lo tanto
no podemos hablar de resultados comparables.
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