“VÍSTEME
DESPACIO QUE TENGO PRISA”
Hace unos días, trasteando por linkedin,
me topaba con una viñeta que, dibujo incluido, venía a decir que “your
degree matters less than your experience”.
Siendo muy de esa opinión, di el “like”
correspondiente y compartí a diestro y siniestro porque, pienso honestamente
que, si bien “los títulos” importan y son la base (decir lo contrario
sería decir una tontería), el “verdadero conocimiento”, lo que llaman “las
tablas”, se adquiere con “sangre, sudor y lágrimas” y en el “campo
de batalla”.
Sin analizar factores externos
(el talento natural o la motivación por citar ejemplos), el “empleado
perfecto”, si es que algo así existe, sería idealmente y por tanto, un
“alguien” en posesión de una formación/titulación que le capacitase profesionalmente
y, al mismo tiempo, dotado de la sabiduría posterior que sólo se
adquiere con la práctica y, sobre todo, equivocándose. Una
combinación de Pitagorín y McGiver, por ser más gráficos.
Lo que sí es bien cierto, es que tanto
títulos como tablas, se consiguen con tiempo y,
desgraciadamente, ojalá fuera todo fácil en la vida, con esfuerzo.
Obviando habilidades innatas, nada
se aprende ni se domina, con atajos y mucho menos con precipitación.
Mi madre, fuente de toda sabiduría, me
dijo siempre “vísteme despacio que tengo prisa” y, no nos
engañemos, por todos es sabido que las madres, y mucho más la mía, siempre
llevan la razón.
La prisa es mala consejera y deriva,
indefectiblemente, en soluciones de emergencia, en parches temporales
y, por ir poniéndonos “educativos” en, como decía uno de mis profes en la
universidad, adquirir “conocimientos Kleenex” = de usar y tirar.
Desgraciadamente, ya sea por un error
inicial de planteamiento, por dejadez o pereza o por un afán a nivel
institucional de aparentar ser algo que a día de hoy no somos (y, por tanto, de
exigir lo “inexigible”), el enfoque de un amplio colectivo de alumnos
de idioma está regido por:
1)
La necesidad imperiosa de conseguir
un título específico e impuesto ¡YA!
2)
La terrible urgencia por acceder
a él aún sin tener los conocimientos necesarios para hacerlo entonando,
a la vez, un triste “Necesito EL PAPEL. Cuando lo tenga ya estudiaré
el idioma en condiciones…si eso…”
Personalmente, como siempre cuento,
estoy y siempre he estado totalmente a favor de enfocar el aprendizaje hacia
la consecución de un objetivo, y un certificado lo es, y
además un objetivo muy válido por su indudable aplicación
práctica pero…¡por favor! optando por el más adecuado a los conocimientos
que poseemos y dándonos el tiempo suficiente para prepararlo de
manera lógica y ordenada.
Sin entrar ahora en las causas y porqués
de las posibles carencias lingüísticas de los españoles (carencias que nos
llevan a la situación de urgencia/angustia que describía arriba)… ¿Por qué “ya
estudiaré el idioma en condiciones cuando tenga “el papel””? ¿No sería,
mucho mejor, y sobre todo más lógico, plantearse el orden contrario?
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