¿Mambrú?.... No sé cuándo vendrá...
Seleccioné mi primer profe allá por Enero del 2002 y lo hice,
por muy dramático que resulte, por una cuestión de vida o, para ser más exactos,
muerte.
Acababa, por aquel entonces, de empezar como “Service
Manager” (léase responsable "plenipotenciario" 😎, dinámico y muy polivalente)
del Departamento Didáctico, en una franquicia de una gran empresa de formación
y andaba, lo reconozco, como chico con zapatos nuevos.
Hasta aquel entonces, había sido súper profe de empresa
y experto en lidiar con grupos y directivos varios (atrincherados, todos, en
recónditos polígonos industriales) y en conducir del orden de 200 Kms diarios
para llegar de una clase a otra, por lo que el nuevo puesto (combinación de docencia
y gestión) era, indudablemente, un salto cualitativo que me permitía
trabajar desde un “centro de operaciones” fijo e iniciarme en labores de
organización.
Llevaría, exagerando, semana y media en mis nuevas funciones
cuando uno de los profes a mi cargo pasa al despacho a comunicarme que su tía
abuela ha fallecido en Londres y que, consecuentemente, viaja a UK para el
funeral y para estar unos días con su familia.
Como todo es posible cuando eres joven, tras el consabido
pésame, sumo su horario de clases al mío y saco tiempo para las tareas
administrativas y de planificación. Soy, vuelvo a repetir, un
profesional muy polivalente y se trata, al fin y al cabo de unos
poquitos días…poquitos…bueno, algunos, algunos días….algunos….muchos, ¡puñetas!
Como el muchacho - Mambrú por llamarle algo bonito - no termina de volver y ya hasta el gorro de
esperar, inicio pesquisas varias y termino enterándome de que, para mi
desgracia, ha heredado un porrón
de libras de la finada y que, ni corto ni perezoso, se ha, (prometo que esto es una historia real),
comprado un PUB entonando, a la vez, aquello de “a Madrid a dar clase vuelve
Rita”.
Soy joven y dinámico, muy dinámico pero, aun siéndolo,
impartir clases y clases y gestionar/administrar sin descanso, perjudica seriamente mi salud por lo que, la
lógica manda, empiezo, como contaba al principio, a hacer entrevistas.
La primera con una profesora Americana muy simpática que era
más simpática que profesora, la segunda con un Inglés, “ni sí ni no”,
que, igualmente, era más Inglés y más “ni sí ni no” que profesor y la tercera
con John, Canadiense, profesor espectacular, cualificado y profesional
de los que hay muy pocos, que en aquel entonces me resolvió la papeleta y con
el que he seguido y seguiré colaborando si puedo independientemente de hacia
donde me lleve mi azarosa vida profesional.
Desde ahí, desde la herencia de Mambrú, desde John, el Inglés
y la Americana y en casi 15 años, algún que otro profe más he visto y, visto lo
visto 😆, por aquello de que la experiencia
es un grado, me quedan algunas cosas claras:
1)
Una entrevista ha de serlo: buscando definiciones por ahí, una
entrevista de trabajo es aquella que el empleador realiza a un candidato
potencial para llevar a cabo un proceso de selección y/o vinculación laboral
con una empresa, bien sea en forma directa o mediante algún intermediario. Es
el proceso definitivo en el que se decide qué candidato, o candidatos
serán seleccionados para un trabajo determinado. Id est: la entrevista conlleva una fase
de selección/análisis (de la valía, perfil, características, personalidad
del candidato) y una, posterior, de toma de decisiones (elegir la mejor
opción de entre las que tienes sobre la mesa). Al candidato se le ve, se le pregunta,
se analizan sus pros y sus contras y se valora si te va a funcionar. Nunca,
y digo nunca y en contra de prácticas relativamente extendidas en el
sector, se le ve entrar por la puerta y si está disponible, se le dan, sin
mediar pregunta alguna sobre cualificación y experiencia, los horarios para
cubrir esa clase que te empieza esa misma tarde. Puede que si lo haces tengas
suerte una vez y funcione pero hacerlo me parece jugar a la lotería y a mí, al
menos, no me ha tocado todavía nunca.
2)
Aquí se entrevistan formadores y lo hacemos teniendo como base un
montón de años dando clase, conociendo el tipo de público al que hemos que dar
servicio y teniendo en mente lo que, por línea general, precisa. Queda claro
que no es lo mismo contratar profes que físicos nucleares y dejamos lo de
contratar a estos últimos al que sabe de física. Bien es verdad que todos hemos
entrevistado por primera vez (bastante mal, seguramente), pero conocer el
mercado en el que te mueves es un requisito necesario para evitar males
mayores.
3)
Dentro del saco de los profesores de idiomas
hay, como en botica, de casi todo: desde el que hace de las clases una
excusa y un vehículo para pasar unos mesecitos disfrutando de nuestro “Madrid
at night" y que te faltará a la segunda clase y desaparecerá a la tercera, hasta el que hace de ello su vida y su
profesión y es fiel a ella independientemente de horarios infames,
desplazamientos irracionales y obstáculos diversos. El tiempo te enseña, las más de las veces, a saber
diferenciar entre unos y otros.
4)
Por mucho que te enseñe el tiempo, por mucho cuidado
que tengas, por mucho perfil, cualificación y trayectoria
que busques, siempre (y digo siempre) se te va a colar algún “fiasco” que te va
a hacer la pascua. Solicitar feedback periódico y estar pendiente de los
cursos que gestionas ayuda pero nunca (y digo nunca) se puede uno relajar y dar
algo por sentado. La habilidad (o quizás la suerte) cuando llega la sorpresa es
acertar a resolver el entuerto con rapidez y a minimizar el perjuicio
al Cliente.
¿Que por qué cuento todo esto ahora (después de mantenerlo en
secreto durante taaaantos años 😂)? Porque por fin tengo un poquito de
tiempo tras la locura que han sido Septiembre y Octubre y porque sigo pensando
que la piedra triangular de cualquier entramado formativo no es que sea
más bonito, más grande o más feo sino la calidad del personal con
el que cuente. Si no cuidamos el tipo de
formador que nos representa y aspiramos a conseguir el mejor perfil posible,
mal nos vendrán dadas.
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