Hola Luna, soy Martín....





El Marketing extraordinario es, según leía el otro día,  el arte de crear un producto o un servicio en el que vale la pena fijarse.

El Marketing, con mayor o menor acierto según la habilidad de cada uno J, lo practicamos todos. 

Lo practica mi Martín haciendo dibujos y un sobre con colorines para meter ese anillito que le ha “mangado” a Andrea y esa nota - “Hola Luna, soy Martín ¿Quieres ser mi novia?” -  que le ha escrito a esa niña tan mona del cole que le ha hecho tilín. 

Lo hacemos nosotros, “los proveedores”, en los tres minutos de mini charla en la que buscamos que la primera impresión de ese contacto de RRHH con el que vamos a reunirnos sea positiva y lo hace, en general, todo el mundo de forma consciente y quizás, las más de las veces, inconsciente, en todos los ámbitos de la vida.

Lo curioso del marketing o más bien de la seguridad de que, llamándolo así o de cualquier otra manera, es preciso hacerlo, es que tendemos a hacer partícipes de esta necesidad a cuantos nos rodean y sobre todo a aquellos que queremos

“Regañamos”, por tanto, a los canijos cuando no saludan a los vecinos y les “atormentamos” con aquello de “¿qué se dice?” si es que olvidan decir por favor o dar las gracias.  Afeamos la conducta del que no se esfuerza en caer bien y, en general, estigmatizamos y prejuzgamos a aquel que, por una causa u otra, es “torpe” en su relación con los otros.

Marketing, en definitiva, somos y en cierto modo, del marketing vivimos.

Vendemos una imagen, un producto, unos valores y tratamos, de diferenciarnos porque, en general, buscamos lo extraordinario, aquello que haga que merezca la pena que se fijen en lo que somos y hacemos.



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