RIGOBERTA Y LA BÚSQUEDA DEL POKEMON PERDIDO
Laura (8 años) tiene una especie de cotorra
que monta en carrito y puedo asegurarlo porque la cámara no miente y porque
ella, muy ufana, se dedicó a pasearla – “¡se llama Rigoberta!” - por el
salón de su casa enseñándosela a la profe y a sus compañeros durante una de las
videoconferencias que mi hijo Martín tuvo durante el confinamiento.
La videoconferencia, Skype, Zoom, Teams, Bluejeans, Hangouts/Meet, los links de invitación, la configuración de sonido,
la de pantalla y la conexión wifi se han convertido, para Laura, Martín,
profes, equipos, tirios y troyanos, en algo, vistas las circunstancias, tan habitual y tan "del día a día" como antes lo fueron el "Spectrum de 48Ks", los CDs y y ahora lo es el móvil.
Sun Zu, en su Arte de la Guerra decía que
“se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose
según el enemigo” y aunque lo del genio lo pongo en duda, hemos hecho eso
precisamente, adaptarnos y cambiar.
Quien más y quien menos había, en algún
momento, hecho "un Skype", mantenido una reunión virtual o, por hacer un poco de
publicidad (encubierta) a algo que ofertamos 😊, organizado
un cursito de “Effective video conferencing”, pero lo que antes era, quizás, una forma más de trabajar y comunicarse pasó,
de sopetón, a ser herramienta de uso común y casi obligado.
Y como todo lo que llega de sopetón ha, por
norma, de pasar una fase de ajuste y mejora, sobre todo si va a convertirse en vía,
más o menos indispensable, para la actividad profesional diaria, resumo algunas
impresiones recogidas, a base de “ensayo y error” durante mis experiencias
“videoconferenciales” en estas últimas semanas en casa.
1)
Quizás sea demasiado pejiguero pero una
videoconferencia es, aunque virtual e interplanetaria, como cualquier otra
reunión y a las reuniones se llega a tiempo. Me da, lo confieso, mucha rabia
que alguien que te ha convocado y, además, convocado para ofrecerte algo, no se
conecte a su hora. Ok a que se estropee el metro o a que pilles atasco (a todos
nos ha pasado) pero encontrar una excusa que justifique un retraso en el
trayecto de la cocina al salón es complicado.
2)
Reunirse por videoconferencia debería ser
como reunirse de cualquier otra forma. Hay quien opina que lo ideal es mandar
una agenda previa al “meeting” pero si no es el caso (tampoco hay que exagerar)
sí que conviene tener claros, y ordenados, los puntos a tratar.
3)
El ser humano es, o debería serlo, una
criatura social y atenerse por tanto (o al menos fingir atenerse en el peor de
los casos) a una serie de normas y convenciones. Sé que el confinamiento ha
añadido, posiblemente, una carga extra de stress y urgencia a nuestra actividad
pero iniciar una videoconferencia hablando de “tu producto” sin saludos ni
“charla trivial/"small talk"” previos me, como poco, sorprende.
4)
Estar en casa "relaja" y rescata del armario
lo más granado de nuestro vestuario (hago especial mención a mi camiseta de
Lucky Lucke y, por supuesto, a la de Goku) pero una cosa es tener una conexión informal con el equipo y que, inevitablemente, Martín asome la cabeza para buscar sus
Pokemon y otra una reunión comercial o con un Cliente. Lo ideal, en este último
caso, es que Lucky se pierda en lo infinito de la llanura y evitar (sólo hay que
mover la cámara un poco) que se vea el montón de ropa para planchar. Martín
entrará, caiga quien caiga (eso es inevitable), pero al menos tendremos un fondo apañado.
5)
Problemas de conexión habrá, por
definición, siempre (mi micrófono y yo…☹) o casi
siempre. Merece la pena conectarse pelín antes y asegurarse de que, dentro de
lo posible, todo funciona como debe.
6)
Al tener a tu interlocutor delante durante
una reunión presencial percibes (consciente o inconscientemente) muchos más
datos “no verbales” transmitidos a través de, entre otras cosas, el lenguaje
corporal. Ver a alguien (una trocito de alguien para ser más exactos) a través
de una pantalla y estar a merced de los límites que establece la cámara
(complicado levantarse y pasear durante la videoconferencia) minimiza mucho la
percepción de esos datos. Conviene asegurarse que, de una manera u otra, suples
esas limitaciones con tu tono y tu actitud.
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